Origen del pensamiento medieval
Cuando Pablo de Tarso (San Pablo para los cristianos, un apóstol fundamental en la expansión inicial de esta religión) llegó a Atenas, impartió un importante discurso en el Aerópago (la “colina de Ares”, plaza donde se reunía el Consejo de la ciudad. Ahí propuso a los griegos la visión cristiana de Dios. Ése fue el primer encuentro entre el cristianismo y la Filosofía. Se trató de una relación tensa y difícil en muchas épocas y en muchos aspectos, pero que también supuso una síntesis y un enriquecimiento mutuo en muchas cosas.
Así como algunos filósofos rechazaron el cristianismo, otros lo aceptaron y empezaron a filosofar desde él. Igualmente, en la fe cristiana, hubo quienes rechazarían la filosofía y la razón y se abrazarían a una fe ciega, o quienes confundirían la fe con la razón sin hacer distinciones y tratarían de convertir al cristianismo en a una filosofía racional (el gnosticismo, el maniqueísmo). Sin embargo, hubo aquellos que, siendo cristianos, intentaron una síntesis entre su fe religiosa y el pensamiento filosófico. Ésta fue la posición que se impuso en la Iglesia católica y que sería más influyente en los mil años que duró el pensamiento medieval.
Uno de los primeros que intentó una armonización entre fe y razón fue San Justino. Justino se dio cuenta de que, para defender al Cristianismo de las críticas que le hacían algunos filósofos paganos, había que saber Filosofía. Esta defensa intelectual del Cristianismo es lo que se conoce como apologética. Justino también se dio cuenta de que la Filosofía era un buen instrumento para tratar de acercar a la fe a los que no la tenían. Así como los judíos –pensaba él– tuvieron el Antiguo Testamento para prepararse para el Evangelio de Cristo, los griegos tuvieron a filósofos como Platón, que sin haber sido, por supuesto, cristianos, tuvieron algunas ideas cercanas al Cristianismo y por eso pudieron ser aprovechados. En la misma dirección pensó después San Gregorio de Nisa. Pero la primera gran síntesis la hizo San Agustín.
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