Santo Tomás de Aquino

Tomás de Aquino, quizá el mayor teólogo de la Edad Media, doctor de la Iglesia católica y cumbre del pensamiento escolástico (especulación teológico-filosófica en afán de demostrar y defender la verdad revelada que propusieron los padres de la Iglesia). Tomás de Aquino fue un monje dominico, profesor de la Universidad de París, que dio un gran giro a la filosofía cristiana.
El pensamiento cristiano había echado mano sobre todo de la filosofía de Platón para articular racionalmente sus creencias religiosas. La filosofía de Aristóteles, en cambio, era parcialmente desconocida y mal vista, pues la habían recogido y comentado autores árabes y musulmanes, como Averroes. Sin embargo, ya el maestro de Tomás, (San) Alberto Magno, había tenido la audacia de estudiar la filosofía aristotélica y de aprovecharse de los comentarios árabes, para sintetizarla con el pensamiento cristiano. Tomás de Aquino siguió en esa línea, que, aunque fue cuestionada y en algún momento hasta prescrita, terminó por imponerse en la teología cristiana latina. Sto. Tomás de Aquino se mostró como un pensador brillante, que supo integrar de modo maduro y creativo distintas tradiciones (el aristotelismo griego, los comentarios árabes, el pensamiento agustiniano), todo ello en función de una articulación racional, completa y sólida, de la teología cristiana.
Tomás de Aquino expone sus famosas “cinco vías” para el conocimiento de Dios. Las vías son argumentos que parten siempre de la experiencia humana. 
La primera vía: vemos que en el mundo las cosas se mueven. Y sabemos que todo lo que se mueve es movido por otro. Si seguimos la cadena al infinito, se daría la situación paradójica de que no habría un motor primero, y sólo motores “secundarios”, pero esto –para Aquino– es imposible. Si no hubiera un motor primero, nada se movería. Así que hay un primer motor, y ése es Dios. Esta primera vía parte de la experiencia, del mundo, y no de una definición, e intenta mostrar la necesidad de la existencia de Dios al menos en alguno de sus aspectos. 
La segunda vía  muestra que todo efecto tiene una causa, por lo que debe haber una causa primera que es Dios.
La tercera vía argumenta que los seres del mundo son contingentes (es decir, podrían no ser, podrían no haber existido) y entonces no existiría nada si no hubiera al menos un ser necesario, que es Dios. 
La cuarta vía arguye que, dado que en el mundo hay grados o niveles de perfección, debe haber algo sumamente perfecto, que es Dios. 
La quinta vía destaca que el mundo está ordenado (incluso aquellas cosas, como el mar o los fenómenos meteorológicos, que no son inteligentes ni vivos y, por lo tanto, no se ordenan por sí mismos), y por lo tanto, debe existir un ordenador, que es Dios.
En estos cinco argumentos o pruebas se nota, además, la influencia aristotélica, sobre todo en la primera. De hecho, la primera vía, que muestra a Dios como primer motor, está tomada tal cual de la argumentación de Aristóteles en el libro XII de su Metafísica.
Por otro lado, para Santo Tomás tanto la fe como la razón proceden de Dios por lo que no hay una contradicción entre ambas. Las dos son fuente de conocimiento distinto e independiente.
Postula que el conocimiento es un proceso que va de lo particular o concreto a lo abstracto, considera que lo primero en conocer es la realidad exterior y posteriormente nuestra inteligencia se conoce a sí misma. En ese proceso, tanto los sentidos como nuestra inteligencia se relacionan para construir el conocimiento, esto implica que existen grados del conocimiento: en primer lugar, los sentidos captan lo concreto y lo individual, posteriormente nuestra inteligencia reconoce la esencia de las cosas o de las imágenes que tenemos en nuestra mente (abstracción de las ideas). Así es como conocemos la realidad, poniendo a trabajar todas nuestras facultades cognoscitivas, los sentidos, la imaginación, la memoria y el entendimiento.
En nuestra mente se encuentran las imágenes de los objetos y las ideas de los mismos y para comunicar a  los demás nuestros conocimientos necesitamos del lenguaje, es decir, de un discurso que me permita expresar las ideas. Santo Tomás considera dichas ideas como: “aquello que aprehendemos cuando, estamos conscientes o aquello por lo cual aprehendemos objetos que no son ideas”.
Una vez que entablamos un diálogo con otras personas, exponemos nuestros conocimientos a ellas y de igual forma ellas nos dicen cuál es su conocimiento; si concordamos en nuestras ideas podemos decir que no hay ningún problema, en cambio, si hay discrepancias en nuestras ideas, entonces alguien puede estar equivocado, alguien puede estar diciendo una falsedad.
Para saber quién dice la verdad es necesario manifestar las objeciones que tenemos sobre el tema y hacer réplicas hasta llegar a la verdad. Necesitamos de nuestra inteligencia para analizar nuestras ideas y darnos cuenta quién las ha manifestado en forma incorrecta. Recordemos que el conocimiento tiene su origen en nuestros sentidos, captamos al ser y formamos imágenes de ese ser, posteriormente abstraemos esas imágenes y formamos los conceptos, que nos permiten captar los universales, es decir, las características esenciales de las cosas, eso que los hace ser lo que son. Si alguien se queda en lo sensible su conocimiento será limitado y tenderá a lo particular, pero si su conocimiento se establece en lo inteligible, entonces tendrá un conocimiento universal y necesario de los objetos; si su conocimiento se apega a la realidad será un conocimiento verdadero.
¿Cómo conocemos entonces las cosas inmateriales? Si bien explica cómo conocemos los objetos reales y realizamos abstracciones de ellos parecería que no podemos conocer otro tipo de objetos, lo que nos llevaría a preguntarnos ¿cómo podemos conocer a Dios? si nadie le ha visto, si no es un objeto real, no tenemos una imagen de él, etcétera. Sin embargo, Santo Tomás nos dirá que así como hay objetos sensibles que perciben los sentidos, así existen entidades inteligibles que son percibidas por nuestro intelecto.
Es más, nuestra inteligencia está auxiliada por la fe, que se ocupa de aquello que la razón no puede comprender o aquello que la rebasa. La fe se basa en la luz sobrenatural de la gracia, y tiene como objeto los datos revelados, mientras que la razón se apoya en su propia inteligencia, y su objeto de estudio es la realidad inteligible, las cosas naturales.
Por ejemplo, existen dos cosas que la razón no puede comprender como son: la Trinidad, la encarnación o la eucaristía, que son verdades dadas por la luz de la gracia, por lo cual la Filosofía no se ocupa de ellas, no por ser irracionales sino por ser suprarracionales. La fe no suprime a la razón, la supone.
Para poder conocer a Dios podemos recurrir a dos caminos: el primero es por la fe y la revelación, el segundo es por la razón. Por la fe no habría ningún problema, dado que es una revelación divina. Pero por la razón tenemos otra forma: las analogías. Podemos conocer a Dios si realizamos una analogía, atribuyéndole la perfección absoluta de todo lo que conocemos. Así como el niño que conoce los objetos reales o físicos después puede recurrir a su inteligencia y conocer, mediante los universales, las demás cosas haciendo comparaciones entre ellos. 

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